Emblema del Auditorio Nacional, su autor, el escultor y pintor jalisciense Juan Soriano (Guadalajara, 1920-2006) creó una representación de La Luna, inspiradora de poetas y músicos. Proyectada expresamente para el Auditorio Nacional, el artista realizó la escultura en bronce fundido a la cera perdida. Esta obra colosal que mide ocho metros de altura y pesa diez toneladas, representa La Luna en sus dos fases de forma asimétrica: el cuarto creciente en la parte superior y el menguante en su base. En 1993 se colocó en la explanada, en diálogo con la arquitectura y el espacio urbano.

Teorema Inmóvil es una escultura monumental para conmemorar el cincuenta aniversario del Auditorio Nacional en el año 2002. Su autor, el escultor y pintor zacatecano Manuel Felguérez (México 1928-2020) lo realizó en acero al carbón pintado en plata. Mide 15.52 m. de largo por 4.6 m. de ancho, y pesa 27 toneladas. Su título hace referencia a la ecuación matemática que se demuestra a sí misma expresada en geometría. Este mural escultórico es una de las obras cumbre del arte abstracto mexicano.

Inaugurada en enero de 1992, Escenario 750 fue la primera pieza que su autor, el escultor, pintor y diseñador gráfico Vicente Rojo (Barcelona 1932 - México 2021) exhibió en un recinto público. De tendencia abstracta, su escultura es repetición modular de cuerpos provenientes de la geometría lineal orgánica. Movimiento y tensión la caracterizan. Está realizada en lámina de acero. Su altura es de 7.5 m. por 7 m. de ancho, y pesa 15 toneladas. Vicente Rojo fue uno de los artistas representativos de la llamada Generación de la Ruptura de la década de los 50 del siglo XX.

Tres Figuras Áureas del arquitecto Teodoro González de León (Ciudad de México 1926-2006) se compone de un poliedro con tres prismas de acero inoxidable en un juego geométrico de luz y sombra, cuyos triángulos generan combinaciones. Las tres piezas dialogan, una frente a la otra, como personajes de una obra teatral. Miden 1.618 metros de altura por 1 metro de ancho. Los prismas tienen escala humana y el mismo trazo en planta y en elevación. En 2007 se colocaron en la escalinata de acceso para celebrar los ochenta años de su creador, quien, con el arquitecto Abraham Zabludovsky (1924-2003), remodeló el Auditorio Nacional en 1991.

“El duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar… no está en la garganta… sube por dentro desde la planta de los pies… no es cuestión de facultad, sino de viejísima cultura, de creación en acto”. La definición de Federico García Lorca inspiró a la artista plástica mexicana Paloma Torres a crear un mural escultórico que da la bienvenida a todo artista que se presenta en el Auditorio Nacional. Duende tiene como eje la música y es una evocación del escenario, lugar de donde emerge el milagro del encuentro del artista con su público.

El espectacular telón del Auditorio Nacional es una reproducción del óleo Sandías (1968), de uno de los más grandes artistas plásticos mexicanos, Rufino Tamayo (1899-1991), quien supo unificar la tradición y el lenguaje de la vanguardia. En 2003 esta obra funcional fue tejida a mano en una sola pieza con seda, lana y rayón, por 30 artesanos del Taller Marusho en Japón, en colaboración con los mexicanos Anatolio Bermúdez y Aurora Valdéz. Por su dimensión —27 por 17 metros y un peso de 1.2 toneladas— es la pieza textil más grande del mundo.

Es el instrumento musical más grande de América Latina. El sonido portentoso de las 15,633 flautas que lo componen -las cuales miden desde un centímetro y medio, hasta más de 10 metros-, le convierten en un instrumento único en la historia musical de México y hacen de su sede, el Auditorio Nacional, la caja de resonancia idónea para el disfrute de su polifonía. Las 305 teclas distribuidas en sus cinco teclados, han sido tocadas magistralmente por grandes músicos de prestigio internacional.